domingo, 10 de febrero de 2008

La carta esférica, Imanol Uribe, 2007.


Desde que las novelas de Arturo Pérez Reverte le han convertido en un autor publicado en más de una veintena de países ha existido una especie de maldición: nunca una obra suya ha podido ser bien trasladada en términos cinematográficos. No al menos para quienes han leido algunas de sus obras y no al menos para espectadores casuales que no mantenían una relación previa con el mundo del escritor. Aunque hay de casos a casos.

Actualmente son ocho las obras que han sido llevadas al cine y, paradójicamente quienes han salido mas mal librados son Roman Polansky (The ninth gate, 1999) y Manuel Palacios (Gitano, 2000) una superproducción que incluía a Laetitia Casta y Joaquin Cortés si bien Perez Reverte solo hizo un trabajo de adaptación. La obra no era suya. De cualquier manera sorprende que un cineasta tan experimentado como Polansky y una mega producción como la de Palacios sean los mejores exponentes de como fallar una película sobre un texto que en realidad de malo no tiene nada.

La carta esférica es un texto redondo, simple y bastante funcional. Podíamos pensar que pertenece al subgénero de aventuras y navegantes aunque por los subtextos que conducen la trama podríamos clasificarlo como thriller: existe un navegante que por causas de la fatalidad está varado en tierra y ansía regresar al mar, cuando sus pasos lo conducen al encuentro de una belleza que no es lo que parece ser y que de cierto conduce hacia los chicos malos: un italiano y un argentino que conectan con cartografías ignotas, naufragios arcanos y tesoros marinos. Al final siempre existirá una posibilidad para el amor.

Antes de este final, que tampoco es como se podría suponer, el espectador experimenta un cierto sabor a infancia añeja: de mundos paralelos a los ya relatados por Stevenson, Melville, Beach, Nordhoff y por supuesto, gracias a la intervención de Aitana Sánchez Gijón, a los desgarradores paisajes de Alvaro Mutis, aunque claro, Reverte e Imanol tienen su propia marca.

Existen por supuesto recursos que el director usa un poco descabelladamente sin conseguir plenamente el efecto deseado, como la voz narradora, el concepto totalmente inexistente de iluminación y una total ligereza y falta de perspectiva en las interpretaciones, pero curiosamente, en el efecto final, consigue adentrarnos en su mundo, su trama y en los ambientes de las aventuras en el mar. Salir mejor librado que Polansky, de cualquier manera, no es un mérito menor.

Este producto es un clon legítimo y se ve bien, aunque el audio es un poco bajo en sus niveles y carece del apartado de extras anunciado en el menú.

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