lunes, 4 de febrero de 2008

Jan Dara (Obsesiones tormentosas), Nonzee Nimibutr, 2001.


A juzgar por esta película, la obra de Nonzee Nimibutr podría ser calificada de menor, o en el mejor de los casos, de ligeramente pretenciosa. Parece softporno, pero difìcilmente lo es si lo medimos con la sumarización del tiempo que la exposición de glúteos y glándulas mamarias ocupan a cuadro. En honor a la precisión habría que situar la obra en los confines del melodrama: Jan Dara es un tipo al que le va muy mal desde el momento de su nacimiento, pero que en concordancia con la filosofía Zen y otros exotismos provenientes de oriente, a pesar de ello tendrá momentos de supremos placer. Un placer que curiosamente es retratado abordando la estética con un pie en París o Bangkok y otro en el cine más clásico de los Estados Unidos de Norteamérica.

Probablemente el asunto medular está en cómo, a pesar de acumular grandes desaciertos la película funciona al menos a cierto nivel. La novela es magnífica y tiene su pedigree: parte de la literatura prohibida pero que a pesar de las distintas censuras que oprimieron al país circuló de mano en mano y la mayor parte de las veces, alojada bajo la almohada de generaciones completas de adolescentes. Se comprende por las aristas que roza: el incesto de multiples vías, el lesbianismo, sexo en grupo, maltrato paterno y toda una serie de situaciones que impactan profundamente y sobre todo durante la época del despertar sexual.

No obstante, hay que irse con tiento, a pesar de la fastuosa puesta en escena, la belleza femenina en Hong Kong y Tailandia, así como la mesmerizante fotografía: esta película es parte de una franquicia llamada Tres extremos, pero no los Tres extremos que harían dos años despues los inmensurables Fruit Chan, Takashi Miike y Chan Woo Park. Esos extremos si que son, como todavía se dice: otra onda.

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